Rentabilidad y participación. La cibermilitancia

Jun 9, 2010 | Uncategorized | 0 Comentarios

El término “política 2.0” engloba, en un sentido laxo, a todas aquellas acciones de finalidad política desarrolladas a través de la red. Sin embargo, si se quiere obtener un concepto más preciso se pueden reconocer dos grandes campos: el marketing político 2.0 y, lo que se podría llamar, democracia 2.0 o la implementación de la participación política de los ciudadanos. Ambos campos están interrelacionados, aunque también encuentran puntos de conflicto por la diferencia de intencionalidad que hay en cada uno de ellos. Hay conceptos que pueden caer en uno u otro campo depende del contenido real del que se les dote. Entre ellos, cabe destacar el de cibermilitancia.

El concepto de cibermilitante en un principio parece que pertenece al campo de la participación. Sin embargo, la escasa definición e incidencia de este grupo en las decisiones habituales del partido parece que lo convierten en una mera etiqueta utilizada por los partidos como elemento de marketing. En España, el único partido que ha definido claramente la figura del cibermilitante es el PSOE en su 37 Congreso de 2008 que anunció la integración de la militancia orgánicamente en el partido. Entre los derechos a los que la cibermilitancia abría estaban la dotación de un código personal, la habilitación de un blog personal adscrito a la blogosfera progresista , secundar las campañas del partido en las redes o participar en un ámbito cerrado separado del resto de la estructura del partido.

Sin embargo, este intento de articular la militancia fue, a los ojos de los potenciales cibermilitantes, insuficiente ya que se trataba de un “quiero y no puedo” en el que no se respetaba el carácter dialógico de los medios 2.0. La propuesta fue contestada con la “enmienda facebook”, una enmienda realizada por los propios cibermilitantes en el congreso en la que se instaba especialmente a igualar los derechos de los militantes “on line” y “off line”. La principal pieza de conflicto era el hecho de que los militantes 2.0 carecían de una influencia real en las decisiones del partido . Los cibermilitantes pedían ser militantes con todos los derechos y, entre ellos, el de voto y decisión era el más reclamado en lo que se veía un menoscabo para su condición.

En concreto, se argumentaba que los cibermilitantes eran, en realidad, meros simpatizantes y que no se abría la puerta a una verdadera participación política a través de las redes. En algunos medios, incluso, se llegaba a señalar que no era una imposibilidad técnica sino, más bien, que este cercenamiento de la capacidad de los militantes 2.0 nacía de un miedo del partido a no controlar las corrientes de opinión del mismo. Los blogueros, twiteros etc. podían ser elementos díscolos o heterodoxos dentro del partido y generar mensajes contrarios a los que se habían lanzado desde la propia cúpula del partido y, por ello, había una voluntad de someterlos a la disciplina de igual manera que los militantes tradicionales.

Como siempre es preciso ir a las conclusiones:

1. Los partidos políticos han entendido la necesidad de acoger la energía militante que se desarrolla cada vez con más fuerza en la red como un capital irrenunciable.
2. Los partidos políticos renuncian a articular el espacio 2.0 como medio de participación. Las ventajas potenciales no acaban de convencer a los responsables de los partidos atenazados por los riesgos que se corre al abrir cauces de participación no reglados orgánicamente y abiertos a una mayor disidencia.
3. Los cibermilitantes son percibidos como medios para la difusión de mensaje más que como aporte real, como capital humano a los partidos. Pesa más la concepción de la cibermilitancia entendida en términos de marketing y propaganda política, posibilidad de difusión del mensaje, que como un cuerpo o ámbito de discusión abierta en la que dar cauce a las diversas opiniones . Hay gran preocupación por el control de los mensajes y por la capitalización de las redes.
4. La cibermilitancia concibe la vinculación partidaria como una relación individuo-organización más abierta y flexible. Para el cibermilitante la vinculación se genera a partir de la comunión en una serie de ideales o valores que no implican una función de eco de los mensajes. El cibermilitante es más consciente de su individualidad y no quiere perder su derecho a la discrepancia.
5. El intento de control de los mensajes y la actividad del mundo 2.0 por parte de los partidos genera un mensaje de autoritarismo y de desprestigio democrático. El mensaje generado es muy negativo y crea enconadas discusiones que se polarizan en dos frentes: el partido vs los cibermilitantes, cosa que genera un descrédito. Articular la cibermilitancia con la voluntad monolítica de los partidos no es sencillo. Un consejo: si no se va a dotar a la cibermilitancia de todos los derechos, si sólo se quiere controlarla, es mejor no iniciar el debate.

By Carlos Goni Apesteguia en el El caleidoscopio de Carlitos para DogComunicacion

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